Oyentes y servidores de la Palabra de Dios

MS 42: Nuestra herencia carismática nos define como “oyentes y servidores de la Palabra” [1]. Somos en la Iglesia y en la sociedad la resonancia de Claret (cf. Aut 686), apasionado ministro del Evangelio a tiempo y a destiempo a través de todos los medios de los que disponía [2]. Como Hijos de su Corazón, queremos, como María, acoger la Palabra, meditarla en nuestro corazón y proclamarla con pasión. 

MS 43: El caminar de la Iglesia nos ha hecho comprender de una forma nueva que nuestro Dios nos habla para establecer un diálogo de vida permanente con nosotros: el diálogo de la Alianza. El Padre, que habla de muchos modos y maneras –en la creación, en la historia humana de salvación, en la Escritura– lo hace de forma culminante en su Hijo Jesús, la Palabra encarnada, y en los Sacramentos de su Presencia [3]. Con la Madre Iglesia, cabe hablar de una “sinfonía de la Palabra”. Dios Padre espera de nosotros una respuesta libre y comprometida. La escucha de la Palabra genera en nosotros hábitos de silencio, adoración, contemplación y discernimiento. 

MS 44: El Espíritu nos hace comprender las profundidades de Dios (cf. 1 Cor 2, 11). La clave hermenéutica para escuchar la Palabra es el amor de Dios hacia su pueblo y la revelación de los misterios del Reino a los sencillos, los pobres y excluidos (cf. VD 90-108). El ministerio de la Palabra pertenece a lo más genuino de nuestra experiencia carismática; es un punto de interconexión entre misión y vida. Si no favorecemos el diálogo de la Alianza con nuestro Dios y con todos los que de una u otra forma escuchan su voz, vana es nuestra predicación.  

MS 45: Por eso, pretendemos: 

1) Propiciar la escucha vocacional y pastoral de la Palabra que hace de la Biblia especialmente a lo largo del año litúrgico la guía del camino de Dios con nosotros y de nosotros con Dios.

2) Leer, comprender y acoger la Palabra bajo la acción del Espíritu (cf. VD 15) y descubrir cómo en ella Jesucristo mismo nos habla, se dirige a nosotros, nos ayuda a interpretar los signos de los tiempos, nos indica la Misión (cf. VD 12).

3) Fomentar la escucha contextualizada de la Palabra, compartida con otros, y descubrir su fuerza transformadora que nos lleva a la conversión y nos sana (cf. Mt 8, 8).

4) Escuchar a Dios en los acontecimientos de la vida, sobre todo en la de los pobres y de quienes sufren violencias e injusticias.

5) Ser enviados a proclamar la Palabra, valiéndonos de los medios más adecuados, sobre todo allí donde la Palabra no es escuchada o no encuentra una adecuada respuesta.

6) Ser mensajeros, testigos e intérpretes de la Palabra, escuchando al Dios que habla a través de las diversas culturas y tradiciones religiosas,y hablando nosotros de Dios con un lenguaje inculturado.

7) Ser profetas que anuncian la Palabra de Dios y testimonian lo que predican con la propia vida en todos los ámbitos.

8) Ser hombres de diálogo, capaces de realizar gestos significativos (los signos poderosos de Jesús) para que otros crean el mensaje del evangelio. 



[1] CC 6; SP 7.

[2] Cf. Aut 113, 118.

[3] Cf. VD 6, 7, 8, 22-26.

 


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MS 1 (Cf. CC 2; Dir 26.)