Nuestra fe cristiana dice que el Señor ha derramado su gracia y su espíritu sobre toda carne; está presente en el corazón de cada persona y de cada pueblo. Nuestra acción misionera consiste, entonces, en sanar, elevar y perfeccionar “todo lo bueno que hay sembrado en el corazón y en la inteligencia de los hombres, en sus ritos particulares o en sus culturas” (LG 17). De igual manera, las artes narran quiénes somos, nuestra humanidad, o mejor aún, la humanización que queremos alcanzar. Nuestra vida misionera supone promover y desarrollar los valores humanos en contextos concretos, valiéndonos de medios que estén siempre en consonancia con el servicio misionero de la Palabra. Sin duda que las artes forman parte de estos medios de evangelización. Así lo he experimentado a largo de mi vida como misionero claretiano, constatando que nuestra misión no solo consiste en integrar, sino en relacionar, religar con Dios lo mejor de cada existencia, personal y/o comunitaria. El reconocimiento y la celebración del otro, de la presencia de Dios en la alteridad y de todo lo que en la vida crea bien, verdad, belleza y justicia nos hace partícipes de la misión encomendada por Jesucristo a los apóstoles, nos hace misioneros del Reino de Dios. Esto es lo que significa para mí ser misioneros 'con Espíritu' en las culturas y en las artes.Conocemos lo que es el amor, en que Cristo dio su vida por nosotros. Así también debemos nosotros dar la vida por nuestros hermanos (1Jn 3,14).
Padre, Amor es tu nombre.
Mas, cómo cuesta pronunciar tu Nombre,
cómo cuesta vivir en tu Nombre.
Padre-Madre de todos,
y de todo cuanto sueña que le ames
como una madre a su hijo.
Porque
sueñan los mares acariciar el viento,
sueñan los montes concebir el fuego,
sueña la mujer…
sueña el hombre…
Sueña ser humano.
Pero olvidó tu Nombre, en un instante
el letargo se hizo eterno,
en una noche perdió la memoria.
Ahora sueña, pero no despierta;
demasiada bruma,
infinita noche.
Olvidó a tu Hijo que vio su rostro
cantó justicia, verdad y conciencia,
asumió su carne
abrazó su dolor
sanó sus heridas
gozó en su mesa
pagó su deuda
reveló tu Nombre.
Pero, el que decía ser humano…
borró tu faz
ahogó tu voz
violó tu templo
torció tu ley
desnudó tu cuerpo
derramó tu vino
eclipsó tu luz.
Y al soñar en la infinita noche
al sentirse solo
en vestigios rotos
se dijo a sí mismo:
¿ya qué queda?
solo verte
si soy humano,
si tan sólo veo
tu rostro en el otro,
si tan
solo amo
al que
solo está.
Mario Kevin Armijo, CMF [Secretaria General, Roma - Italia]
MS 1 (Cf. CC 2; Dir 26.)