MS 49: Nuestro Padre Fundador interpretó su vocación a partir de la escena de la sinagoga de Nazaret en que Jesús se identificó con el ungido para evangelizar a los pobres [1]. Nuestras Constituciones nos presentan a nuestra Madre María como la primera entre los pobres del Señor (cf. CC 23). La Congregación –en su proceso de vuelta al Evangelio y adaptación a los tiempos– ha profundizado en su llamada a evangelizar a los pobres y a dejarse evangelizar por ellos. Y hoy escucha aún con más fuerza la llamada de la Iglesia a resaltar mucho más en nosotros, con audacia y creatividad, la opción por los pobres y desplazados. No se puede ser claretiano como si los pobres no existieran [2]. Tampoco se puede ser claretiano sin denunciar las estructuras de injusticia, sin luchar contra el sistema que las perpetúa, proponiendo alternativas. Los pobres son “los destinatarios privilegiados del Evangelio” [3]. A través de ellos –como en María– el Evangelio nos habla e interpela con una voz nueva.
MS 50: Nuestra opción por los pobres se hace creíble a través de un estilo de vida pobre y austero y la comunión de bienes entre nosotros y con los más necesitados. Implica también gestionar nuestros bienes sin avaricia, confiando en la Providencia de Dios Padre y excluyendo cualquier colaboración con el dios de las riquezas injustas, tal como Jesús nos enseñó [4]. La pobreza evangélica, elegida y profesada, es nuestra bendición.
MS 51: Nos indigna y conmueve que en este tiempo de tanto progreso científico y tecnológico exista una mayoría de hombres y mujeres que viven precariamente el día a día; que contando con tantos recursos, predomine una economía de exclusión, una cultura de descarte; que la indiferencia se globalice (cf. EG 53-54). Como evangelizadores, queremos ser “instrumentos de Dios para la liberación y promoción de los pobres” (EG 187) y estremecernos misericordiosamente ante el dolor ajeno (cf. EG 193), para llegar a ser una Congregación pobre y para los pobres (cf. EG 198), que se deja evangelizar por ellos y con ellos evangeliza.
MS 52: Por eso, pretendemos:
1) Acoger, escuchar, acompañar y cuidar a los más frágiles de la tierra: los sin techo, tóxico-dependientes, refugiados, migrantes, indígenas, ancianos, mujeres maltratadas, niños por nacer, todos los explotados e indefensos [5].
2) Abrirnos a nuevas experiencias del Espíritu que nos hace salir hacia las periferias de pobreza, exclusión y descarte, que nos agracia con el don de la misericordia y la compasión, que nos concede una visión profética alternativa desde las periferias –auténtico “lugar teológico” y hermenéutico– y que nos lleva a promover culturas éticas de cooperación y solidaridad.
3) Dar un testimonio real de pobreza y austeridad, tanto personal como comunitaria, y compartir nuestros bienes en favor de la promoción de los pobres.
4) Unirnos con los pobres, que son agentes evangelizadores, protagonistas de la única Misión que viene del Espíritu.
MS 1 (Cf. CC 2; Dir 26.)