Me han gustado y me han hecho bien las recientes JMJ en Panamá. Os revelo algunos ejemplos.
Me ha fascinado la recepción en fiesta en el aeropuerto, en “Mi Pueblito” (el municipio de la capital), en el metro, en las calles, en los comercios; y haber sido tratado como un visitante especial de aquel pueblo. ¿Y qué os ha parecido el tatuaje con que me brindaron? Además, el haber sido acogido en una familia local, compartido el suelo para dormir, compuesto y escuchado “melodías” nocturnas, tener de esperar para usar un baño común, limpiar los espacios y echar la basura, ir a las compras en el barrio, hacer cola para lograr la “ración”, tener que caminar bastante para llegar al lugar de las actividades; todo cosas sencillas, normales y muy cotidianas.
Me ha gustado haber presidido a la misa inaugural en nuestras pre-jornadas, concelebrado con tantos otros misioneros/as y, claro, con los principales protagonistas, los jóvenes; haber posibilitado que estos tuvieran voz y voto a la hora de seleccionar y otorgar el Premio Claret-Vida a las mejores prácticas claretianas a favor de la vida; haber sido testigo de la práctica de la “sinodalidad” de esos jóvenes en relación con los asuntos de la pastoral.
Me ha encantado haber compartido días inolvidables con otros miembros de la Familia Claretiana.
Me hizo bien la invitación recurrente a reflexionar, personal y profundamente, sobre el “Hágase en mí…” en este momento concreto de mi vida-misión, como lo hizo María, la Madre de Jesús y nuestra.
Me maravilló la recepción de la cruz de las JMJ en el colegio de las RMI, tanto como la entrada como peregrino en el Santuario Nacional (y no como “propietario” o…), las exposiciones misioneras y la muestra sobre los refugiados, la feria vocacional, el gesto de solidaridad por las calles y otras señales visibles de conversión ecológica.
Me ha enriquecido conocer monumentos significativos y escuchar relatos de acontecimientos martiriales que han marcado la historia del país, despertándome a la complejidad de sus retos actuales.
Me ha tocado la búsqueda de consejo espiritual por parte de algunos jóvenes y la petición para confesar a otros. De igual modo, me quedé sin palabras cuando, después de haber pedido prestadas a un joven sus zapatillas para jugar futbol (con reglas colombianas que tuvimos de acordar al principio, no ganando automáticamente el equipo que hace más goles), poco después, fue él quien me solicitó mis chinelas para usarlas en un momento brillante de humor con acento chileno.
Es inolvidable la belleza y diversidad que los momentos culturales nos proporcionaron; cada comitiva ha ofrecido un verdadero y digno espectáculo, compartiendo lo mejor de sus tradiciones y valores. Sobresalieron gestos proféticos que superan conflictos y rivalidades, constructores de puentes de paz, de diálogo y de justicia.
Me ha gustado que, frente a la ausencia de tantos participantes jóvenes de Europa, África, Asia y Oceanía, nada fácil de “digerir”, les hemos brindado la posibilidad de estar en sintonía a través de constantes transmisiones online y reportajes que estrecharon la “cercanía”.
Me ha deslumbrado la generosidad, calidad y responsabilidad de los numerosos voluntarios y de quien lideraba cada momento y sector. Ante ellos me “saco el sombrero”, pues han contribuido a dar credibilidad a esta experiencia tan significativa en el itinerario de crecimiento, formación y acompañamiento de la “viña joven”.
Me han contagiado la alegría genuina y la emoción de cada persona y la multitud al cruzarse conmigo, con los demás peregrinos, y, claro, con el papa Francisco, incluso cuando lo transportaban muy deprisa (ojo, en los encuentros y celebraciones estuvo genial).
Me han encantado muchos otros aspectos que no caben acá, ni hace falta agregar. Los que tuvimos la dicha de estar allá hasta la celebración final sabemos cuánto hemos disfrutado y agradecido todo lo vivido, expresado y compartido. ¿Y lo que no ha estado tan bien? Bueno, ya lo hemos comentado constructivamente en su fórum propio.
Estas jornadas en Familia Claretiana fueron bien especiales. Dice la sabiduría popular de mi tierra que “no hay dos sin tres”. Así que, después de las JMJ en Cracovia 2016 y en Panamá 2019, a ver si en las siguientes del 2022, que si Dios quiere acontecerán en Portugal, mi tierra que también es vuestra, me vuelven a invitar o me encontrarán como voluntario.
Artur Teixeira CMF | Prefecto General de Apostolado
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MS 1 (Cf. CC 2; Dir 26.)