Esta frase del último Capítulo General es una declaración de intenciones, y supone una transformación interior y una disposición a aprender de la realidad, en la que Dios se encuentra de una manera dinámica. Ni Dios ni su creación son una constatación estática que nos obliga a permanecer como congelados con lo que ya sabemos o lo que ya pensamos.
Para mí es duro hacerme consciente de esto, ya que me obliga a estar dispuesto al cambio, incluso sabiendo que es fácil equivocarse; y al mismo tiempo es un reto, ya que solo se puede estar abierto al diálogo si existen unas convicciones profundas previas que también deseo compartir.
Desde el ámbito de la Solidaridad y Misión esta actitud es fundamental, porque te obliga a desenmascarar las trampas del ego, las seducciones de lo exótico y a discernir sobre lo fundamental: que todos y todas somos hijos e hijas de Dios. Y esto, llevado hasta el extremo, tiene unas implicaciones que afectan a todas las esferas de la persona, desde el enfoque general con el que miras la realidad hasta la acción concreta que desarrollas con esa mirada._____ Gabriel Ponce Carpintero, CMF (Secretario de SoMi, Provincia de Fátima).
MS 1 (Cf. CC 2; Dir 26.)